Desde los años 70, en Francia se han obtenido resultados sobre la reacción del bebé ante el estímulo sonoro, así como también como éste reconoce, de manera más viva, después del nacimiento, a sus progenitores, que han estado presentes durante su proceso de gestación y lo han estimulado de manera especial, con el énfasis de expresarle la ilusión y su bienvenida al mundo.

En éste punto, deseo citar a Andrea Casandra, con quien pude compartir una especial conexión al experimientar la sensación de “acunar sonoramente” al bebé antes de nacer, a través de éste trabajo. En numerosas meditaciónes pudimos visualizar la conexión de luz directa como lazo vincular entre los padres, madres y los bebes de los participantes, siendo la música conectora e integradora de las emociones y el sistema energético.

Ya se sabe que el bebé al cuarto mes de gestación está en capacidad de percibir los elementos sonoros, que son traducidos por su sistema nervioso inicial, desprovisto de información consciente, opiniones y juicios de valor que condicionen el sentimiento.

Si bien el bebé en esa etapa no es capaz de elaborar los códigos del sonido que recibe, bien registrará toda la información sutil que conllevan las emociones que son proyectadas hacia él (amor, esperanza, dudas, miedos, etc.), que elabora su entorno y continuamente procesa a su alrededor.

Esta energía emocional-sonora, genera progresivamente el campo inter-individual del bebé y sus padres ó madres, es información transpersonal que llega a su campo de memoria y donde su alma empezará a resonar para su continuidad en la vida futura.

El legado de Alfred Tomatis

Al hablar de música y embarazo no podemos dejar de mencionar los trabajos influyentes del Dr. Tomatis, uno de los precursores en sensibilizarnos acerca de la comunicación prenatal y de cómo influye la recepción del sonido en el bebé antes de nacer.

Durante sus investigaciones puso especial interés en la influencia de la voz de la madre y del padre en la evolución biológica y su repercusión psico-afectiva posterior al nacimiento.

Nuestra percepeción auditiva no solo se limita a oir y distinguir lo percibido, este proceso nos lleva más allá de lo evidente: a escuchar, escucharnos y aún más, entender cómo nuestras defensas pueden filtrar lo que no estamos preparados para escuchar.